¿Defiende Charles Taylor el igual valor moral de todas las culturas?, ¿cabría afirmarlo en virtud del principio de la igual dignidad universal de los seres humanos?
Taylor considera que en la época moderna la proyección de una imagen inferior o humillante sobre otro puede realmente distorsionar y oprimir hasta donde la imagen es internalizada. No reconocer al otro puede constituir una forma de opresión.
Donde la política de la dignidad universal luchaba por formas de no discriminación que eran bastante ciegas a los modos en que los ciudadanos difieren, la política de la diferencia redefine con frecuencia la no discriminación exigiendo que convirtamos estas distinciones en la base del tratamiento diferenciado. De este modo, los miembros de los grupos aborígenes recibirán ciertos derechos y poderes no disfrutados por otros canadienses, si finalmente se acepta la exigencia de un autogobierno indígena, y ciertas minorías recibirán el derecho a excluir a otras con el fin de preservar su integridad cultural, etc. En el caso de la política de la diferencia, podemos decir también que un potencial universal se halla en su base, esto es, el potencial de formar y de definir nuestra propia identidad, como individuos y también como cultura. Tal potencialidad debe ser respetada en todos por igual.
Taylor afirma que, en el contexto intercultural, una exigencia más fuerte ha emergido recientemente: que se otorgue un mismo respeto a las culturas que se han desarrollado hasta la actualidad. Las críticas a la dominación europea o blanca, en la medida en que no sólo suprimió, sino que no apreció a otras culturas, consideran estos juicios despreciativos no sólo como objetivamente erróneos, sino, en cierto modo, moralmente incorrectos. Da un ejemplo. Dice que cuando se cita a Saul Bellow afirmando algo así, «Cuando los zulúes produzcan un Tolstoi, lo leeremos», se ve en ello la quintaesencia de la expresión de la arrogancia europea, no sólo porque Bellow se manifiesta, de hecho, insensible el valor de la Cultura zulú, sino también porque con frecuencia se entiende su actitud como un reflejo de la negación del principio de la igualdad humana. Desde el principio está excluida la posibilidad de que los zulúes pudieran, a pesar de tener el mismo potencial para la formación cultural que los demás, haber desarrollado una cultura que fuera menos valiosa que el resto de ellas. La sola consideración de esta posibilidad representa ya una negación de la igualdad humana. Aquí el error de Bellow no sería un determinado error de evaluación (posiblemente poco sensible),
sino la negación de un principio fundamental.”
¿cómo se defendería de las acusaciones de etnocentrismo?
Nuestro autor sostiene que, las culturas que han aportado un horizonte de significado para gran cantidad de seres humanos, de diversos caracteres y temperamentos, durante un largo periodo -en otras palabras, que han articulado su sentido del bien, de lo sagrado, de lo admirable- casi ciertamente deben tener algo que merece nuestra admiración y nuestro respeto, aun, si éste se acompaña de lo mucho que debemos aborrecer y rechazar. Tal vez podamos decirlo de otra manera: se necesitaría una arrogancia suprema para descartar a priori esta posibilidad.