Michael Sandel

Cada año, el tercer jueves del mes de noviembre se celebra el Día Mundial de la Filosofía, así lo determinó el 29 de julio de 2005 —a petición del Reino de Marruecos— la Conferencia General de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación (UNESCO). En el documento de proclamación se puede leer:

«La proclamación de un día Mundial de la Filosofía podría ejercer una influencia benéfica para la promoción de la enseñanza de esta disciplina, ausente en los programas de estudios de numerosos países, y a la que, en otros, se asigna un lugar vulnerable y delicado a la vez (…). El Día Mundial de la Filosofía podría contribuir a que paulatinamente esta disciplina se introduzca en los planes de estudio, para alentar un ejercicio reflexivo y crítico del pensamiento y la razón».

Entre otros objetivos, se propone «alentar el análisis, la investigación y los estudios filosóficos sobre los grandes problemas contemporáneos para responder mejor a los desafíos con que se enfrenta hoy en día la humanidad».

En efecto, la UNESCO reconoce el papel que ha desempeñado la filosofía en el desarrollo de la humanidad, y la presenta como remedio contra el doble peligro que representan el oscurantismo y el extremismo. 

Hoy, en muchos lugares del mundo, la filosofía es un tema en constante actualidad; me atrevería a decir que incluso polémico. Su utilidad o inutilidad está sobre la mesa. Tanto sus defensores como sus detractores se cuentan a millares. Por un lado, están los empeñados en que la gente viva en una especie de «permanente letargo», sin cuestionarse en absoluto. Y por otro, los que entienden que, en la medida en que queramos construir sociedades justas, donde no se vulnere la libertad, la igualdad, etc., no es posible vivir al margen de la filosofía; en tanto que actividad intelectual que posee un objeto, es decir, un ámbito de cuestiones a las que se ocupa. 

La Filosofía sólo tiene sentido en la medida que el hombre y la mujer se preguntan por la realidad que les rodea; en la medida en que deciden buscar la verdad de las cosas. Este es el verdadero sentido de la filosofía: crear interrogantes y tratar de resolverlos (Emerich Coreth).

«En el nivel más hondo de toda actividad humana está el preguntar y buscar: el conocer, decidir y hacer suponen la función previa del cuestionar. El hombre pone en cuestión toda la realidad que lo circunda: todo es para él cuestionable» (Emerich Coreth). 

Si el objeto de la filosofía es el cuestionarse, es decir, hacer preguntas, vemos que estas poseen tres características fundamentales: tienen respuestas, aunque todas ellas en disputa; no pueden ser resultas mediante el sentido común, la fe religiosa, o la ciencia; son preguntas que han tenido y tienen interés para los seres humanos. Por ello, si como nos recuerda Aristóteles, «el hombre conoce reflexivamente ciertas cosas después de haberlas estudiado e investigado», tenemos que la filosofía está orientada a buscar la verdad en su totalidad, tratando de estudiar la naturaleza de la realidad y de la existencia, de lo que es posible conocer, y del comportamiento correcto e incorrecto.

Para el filósofo I. Kant, en sentido universal, la filosofía trata de responder a las siguientes preguntas: 

  • ¿Qué puedo saber? Responde la Metafísica
  • ¿Qué debo hacer? Campo de la Moral 
  • ¿Qué me cabe esperar? Objeto de la Filosofía de la religión
  • ¿Qué es el hombre? El ámbito de la Antropología

 

Andrés Canuto Echube