La crisis en la que estamos es también una profunda crisis del tiempo. El sujeto de rendimineto, en tanto que dueño y soberano de sí mismo (B-C. Han), se halla en crisis. A esto se refiere el escritor Roy Galán cuando dice que la lógica de nuestro tiempo es la de «si produzco algo, soy», similar al «tanto vendes, tanto vales» de Luis Eduardo Aute; y cuando desaparece el rendimiento (el «trabajo») nos encontramos de golpe con el tiempo. Ese que tanto hemos reclamado siempre. Pero ahora no sabemos qué hacer con él porque tenemos limitado el consumo, no podemos desplazarnos y eso impide la sensación de velocidad, en esencia, de vida. La desesperación del estar quieto produce acatisia, el síndrome que genera la necesidad irresistible de estar en continuo movimiento.

En efecto, según Roy Galán, lo único que hemos aprendido a hacer cuando tenemos «tiempo libre» es a consumir y a consumirnos. Es gastar el dinero que nos costó tiempo y esfeurzo en adquirir cosas no necesitamos, y que nos hagan llenar el tiempo que nos queda. Ahora que no podemos producir ni consumir demandamos entretenimiento, para sentir que «aprovechamos» esto. Donde unas personas buscan cómo pasar su tiempo otras ven cómo su futuro se tambalea y se llena de niebla, poque la precariedad es un animal hambriento refugiado en la boca de tu estómago.

Nunca está nadie más activo que cuando no hace nada, nunca está menos solo que cunado está consigo mismo.

CaTón el viejo

Esta crisis del tiempo está vinculada a la pérdida de la capacidad contemplativa. La cual, vinculada a la absolutización de la vida activa, es corresponsable de la histeria y el nerviosismo de la moderna sociedad activa (B-C- Han). La negativiad (potencia del no hacer) del «no-…» (el vacío) es un rasgo característico de la contemplación. Es un ejercicio que consiste en alcanzar en sí mismo un punto de soberanía, en ser centro.  Para el filósofo Byung-Chul Han, si solo se poseyera la potencia de hacer algo, pero niguna potencia de no hacer, entonces se caería en una hiperactividad mortal. El exceso de positividad haría imposible la reflexión (el centrarse). La hiperactividad es, paradójicamente, una forma en extremo pasiva de actividad que ya no permite ninguna acción libre. Por eso, es una ilusión pensar que cuanto más activo uno se vuelca, más libre se es.

Tan solo a través de la negatividad propia del detenerse, el sujeto de acción es capaz de atravesar el espacio entero de la contingencia, el cual se sustrae de una mera actividad.

Byung-Chul Han

Para Cicerón, la vida contemplativa, y no la vida activa, convierte al ser humano en aquello que en principio está llamado a ser.

 

Andrés Canuto Echube